06 agosto, 2016
Por qué la gente cree ser secuestrada por extraterrestres
Publicado por Eduardo Zugasti Date: 10 noviembre, 2015in:
General, Libros / Reseñas, Tercera Cultura(3) Comentarios645Vistas
Los ufólogos, escritores e investigadores de “misterios”
suelen quejarse de que la ciencia no se toma en serio sus temas favoritos. Es
falso. En el contexto del proyecto “Libro Azul”, dirigido por la Fuerza Aérea
de los Estados Unidos, el laboratorio de “comidas y medicamentos” del
Departamento de Salud, Educación y Bienestar de los Estados Unidos llegó a
analizar una tarta entregada por un vecino de Alabama para descartar que
tuviera un origen alienígena, según cuenta Jacques Vallée en su libro Magonia. Hasta
1969, técnicos del ejército estudiaron –empleando recursos públicos– más de
12.000 supuestos informes OVNI. Pero la redacción final del proyecto, bajo la
dirección de Edward Condon en la universidad de Colorado, básicamente coincidió
con conclusiones de investigaciones previas (los proyectos “SIGN” o “GRUDGE”):
“Nada de lo que procede del estudio de los OVNIs en los últimos 20 años ha
aumentado el conocimiento científico”.
La CIA también se hizo cargo, especialmente hasta los años
cincuenta del siglo pasado, cuando se creía genuinamente, en el entorno de la
guerra fría, en la posibilidad de que los platillos volantes representaran una
amenaza para la seguridad nacional. También se tuvo en cuenta el impacto social
del fenómeno, y su asociación con elementos “subversivos”. El proyecto GRUDGE,
en concreto, se planificó para tratar de “aliviar la ansiedad pública sobre los
OVNIs y persuadir al público de que no constituían nada extraordinario”. No lo
consiguieron, o solo parcialmente. Parece que
la inteligencia norteamericana también empleó las fantasías populares
sobre fenómenos aéreos anómalos para dar cobertura a proyectos militares
reales, como el vuelo de aviones a reacción U-2.
Los ufólogos se sintieron defraudados, porque consideraban
que el asunto tenía una importancia superior. Para el francés Jacques Vallée
los platillos volantes nos estaban enseñando que nuestro conocimiento del
espacio y el tiempo es defectuoso, y para el escritor español Antonio Ribera
eran “el mayor misterio de nuestro tiempo”. Joseph A. Hynek, el astrofísico que
había tomado parte durante años en Libro Azul, le ajustó las cuentas al informe
del comité Condon en una referencia de la “ufología racional”, el libro de
1972: The UFO experience. A scientific inquiry, desarrollando a partir de
entonces una provechosa carrera como escritor y conferenciante.
El síndrome
extraterrestre
Precisamente Hynek es el autor de la clasificación de
“encuentros” con OVNIs más famosa. Los encuentros cercanos del primer tipo son
aquellos en que un objeto no identificado es avistado, pero sin provocar
efectos en su entorno; los del segundo tipo difieren en que provocan estos
efectos físicos, en el entorno o en personas y animales; los encuentros
cercanos del tercer tipo son aquellos en los que son avistados también
“ocupantes” de los OVNIs.
Por último, las llamadas abducciones son relatos en los que
testigos afirman haber sido secuestrados por seres extraterrestres, y vendrían
a representar un cuarto tipo añadido posteriormente a esta clasificación.
El matrimonio Hill
La primera abducción en la literatura ufológica moderna
corresponde con el incidente de Betty y Barney Hill, acaecido en algún lugar en
New Hampshire, Estados Unidos, entre el 19 y el 20 de septiembre de 1961. Este
caso no pasó a ser conocido hasta la publicación 5 años más tarde del libro The
interrupted journey (Hay edición en español: El viaje interrumpido. Plaza &
Janés, 1968) del periodista John G. Fuller, que había conseguido el testimonio
de los Hill mediante hipnosis.
La experiencia de este matrimonio interracial llegó a
inspirar un telefilm, estrenado en 1975, protagonizado por James Earl Jones y
Stelle Parsons. En los años siguientes, los informes sobre supuestas
abducciones aumentaron exponencialmente. Otros casos conocidos, como el de
Travis Walton en Estados Unidos, o el fraudulento “Julio F” en España, también
corresponden a la misma época. Por supuesto, está también el film de Spielberg
Encuentros en la tercera fase (1977), que también colaboró a avivar la
imaginación popular.
La ciencia de las
abducciones
Susan A. Clancy es una psicóloga cognitiva, doctorada en
psicología experimental por la universidad de Harvard. En los años noventa
preparó su tesis doctoral sobre la creación de recuerdos falsos, coincidiendo
con la entonces llamada “guerra de los recuerdos recuperados” (recovered memory
wars), una controversia que rodeó a las terapias de “recuperación de recuerdos”
llevada a cabo por algunos psicoterapeutas mediante entrevistas, hipnosis,
técnicas para guiar la imaginación, e incluso el uso de drogas psicoactivas. Se
acuñó el término “síndrome de recuerdos falsos” y se llegó a crear una
Fundación para fomentar su tratamiento, ya que esta forma de psicoterapia, con
sus métodos dudosos, había dado lugar a una multitud de denuncias falsas
relacionadas con violaciones y abuso infantil. La alarma social provocó que el
FBI tuviera que investigar el papel desempeñado por supuestos rituales
satánicos. Clancy decidió entonces estudiar los recuerdos falsos en un área
moralmente menos controvertida: los relatos de abducción extraterrestre. El
conjunto de su investigación lo recoge un libro publicado en 2005: Abducted.
How people come to believe they were kidnapped by aliens (Harvard University
Press). Aunque seguramente no ha vendido tanto como Mack, Hopkins o Strieber,
este libro es más interesante.
La creencia en extraterrestres, a medio camino entre la
ciencia-ficción y la mitología profunda, está extendida en buena parte de la
población occidental. Según una encuesta reciente, la mayoría de los
estadounidenses, británicos y alemanes creen que no estamos solos en el
universo. Un porcentaje de estas personas piensan que ya hemos sido visitados
por civilizaciones extraterrestres. En España, uno de cada cinco creen que hay
extraterrestres viviendo entre nosotros. Y un grupo más pequeño y comprometido
cree haber sido secuestrada en persona por visitantes del espacio en algún
momento de sus vidas.
Clancy descubrió patrones interesantes en los relatos de
estos “abducidos”. En primer lugar, casi todos los casos solían ir precedidos
de determinadas experiencias corrientes interpretadas como anomalías, desde
sangrados de nariz poco corrientes a extrañas “marcas” en el cuerpo. Por
estrafalario que parezca, el relato de abducción parece ser una forma de dar
sentido a este tipo de experiencias dentro de un determinado marco cultural:
“las abducciones son una de nuestras explicaciones culturalmente disponibles
para experiencias como la parálisis de sueño o de tiempo perdido”.
La parálisis de sueño es, en particular, uno de los
candidatos principales para explicar experiencias comúnmente asociadas con
relatos de abducción. Se trata de un fenómeno perfectamente natural,
experimentado alguna vez por hasta el 20% o más de la población. Ana León lo
explica:
…aunque veamos monstruos que aplastan nuestro pecho o se
proyectan en la pared no estamos siendo víctimas de ningún ataque maligno, ni
tenemos motivos para pensar que estamos perdiendo un poco la cabeza. Se trata
simplemente de una parasomonia, es decir, de un trastorno de conducta asociado
al sueño y, en concreto, a la fase REM. Dicho trastorno produce una incapacidad
generalizada y transitoria para realizar movimientos voluntarios y hablar, ya
sea al inicio del sueño o al despertarse. Es decir, ocurre sobre todo en la
transición sueño-vigilia y viene acompañada de alucinaciones, responsables de
que veamos seres sobrenaturales o escuchemos ruidos. Lo que hace que las
parálisis sean episodios verdaderamente espeluznantes es que estas visiones se
contemplan desde la consciencia. Ello se debe a que parte de nuestra mente está
despierta pero atrapada en el terreno fronterizo de lo onírico y lo real.
Una buena parte de las experiencias de abducciones puede
explicarse como la proyección de este variopinto conjunto de experiencias
comunes en un trasfondo cultural alimentado por foklore moderno. Se ha
demostrado experimentalmente que la imaginación viva puede crear falsos
recuerdos (Gonsalves, B. et al., 2004). Los relatos de abducción –o
antiguamente las historias de súcubos e íncubos demoníacos–, en este sentido,
explotarían un sistema para crear recuerdos que es vulnerable de por sí al
poder de la imaginación. Estos poderes pueden imprimir un fuerte sentido de
objetividad en la experiencia, pero como apunta Clancy: “sólo porque se sienta
algo extraordinario, incluso si se corresponde con una experiencia neural
documentada, eso no significa que haya algo externo”.
Se han propuesto otras hipótesis médicas, como una que
relaciona la experiencia con “despertares accidentales” durante operaciones
quirúrgicas con anestesia general.
Las abducciones, sin embargo, no son simple psicopatología
–al fin y al cabo, tampoco los chamanes están locos–. La gente que cree haber
sido secuestrada por extraterrestres no padece grandes desórdenes
psiquiátricos, aunque Clancy descubrió que su grupo de estudio sí tenía
características más esquizotípicas en comparación a la población general, un
rasgo que predispone favorablemente hacia el “pensamiento mágico” y las
creencias consideradas extrañas o fantasiosas. Significativamente, las personas
más esquizotípicas, igual que las que reportan experiencias de abducción,
también tienden a crear falsos recuerdos en el laboratorio.
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