¿ TENEMOS UN
CEREBRO INVISIBLE ?
Gonzalo Echeverri
Uruburu
Además de nuestro
cerebro físico tenemos otro que es invisible. Tal es la hipótesis que plantea el médico cirujano Carlos L. Delgado en
una obra de reciente publicación :
El Cerebro Invisible. Esta atrevida hipótesis permitiría explicar, según su autor, “cómo la mente y la
conciencia sobreviven a la muerte del
cerebro “. Nada menos.
Basado en una extensa investigación bibliográfica, el doctor Delgado, tomando en
cuenta los descubrimientos más
recientes en informática, ciencias de la computación, cosmología y
física de partículas, sugiere que el cerebro físico no es el único procesador de
información que utilizamos. Compuesto de partículas fundamentales diferentes, hay otro cerebro no visible a nuestra percepción ordinaria que interactúa con nuestro cerebro físico a través de campos sutiles y bien estructurados
que permanecen activos después de la desaparición del cerebro material, no sin
antes haber copiado toda su información como una versión informática en una
memoria USB
Por supuesto, los científicos ortodoxos, escandalizados, se rasgarán las vestiduras
pues, según ellos, la actividad mental es apenas un subproducto del cerebro y nada más.
Pero la extrañeza de esta propuesta de ninguna manera es argumento
válido para descalificarla. Cosas mucho más
inverosímiles se aceptan actualmente en el campo de la ciencia , como por ejemplo que el
universo surgió de la nada (Hawking). En todo caso, los
nuevos paradigmas generalmente producen cambios
revolucionarios pero las ideas nuevas
sólo se imponen- decía Max
Planck- cuando quienes defendían las antiguas
acaban por morir.
El mérito de las nuevas hipótesis
debe evaluarse tanto por su consistencia con los hechos conocidos como por su capacidad de explicar
los que no armonizan con el paradigma dominante. Y esto
es lo que hace, justamente, la
propuesta del Cerebro
Invisible, pues permite
formular un principio de
explicación a hechos tales
como el detallado conocimiento
del entorno por parte de personas
cuyo cerebro no registraba
ninguna actividad, según lo han relatado al recuperar sus funciones normales tal
como lo explicó- con gran alboroto de la comunidad científica- el doctor Pin Van Lomel en la prestigiosa revista The
Lancet o casos como el del doctor
Eben Alexander, recuperado inexplicablemente
de severos daños
en su corteza cerebral causados por una meningitis generalizada ,o la resurrección,
bien documentada, de George Rondonaia
después de tres
días de habérsele expedido su certificado de defunción; o como
el de algunos pacientes de hidrocefalia ,normales en todo
a pesar de faltarles la mayor parte de su cerebro ( J.Lorber, Science , 1980 ).O como el
de algunos pacientes de Alzheimer que recobran su lucidez poco antes de morir.
El almacenamiento de la
información en otro soporte sutil ,
además, permite explicar racionalmente
creencias muy arraigadas de las cuales hay abundante evidencia empírica, como la
de los llamados viajes de la conciencia y en general la inmensa
casuística paranormal como
también los hechos que permiten suponer la supervivencia de la mente
humana después de la muerte del
cuerpo.
Lo que la seria y bien documentada obra del doctor Delgado propone es el resultado de
un método poco empleado pero que puede rendir
grandes resultados : la comparación
entre las teorías e hipótesis
de diversas disciplinas. Los neurocientíficos con
frecuencia no consideran en
forma suficiente el hecho de que la materia
se puede manifestar en campos
insustanciales y que la mente
es básicamente información. Como
ha dicho el notable físico Hans- Peter
Dürr,”los biólogos y estudiosos del cerebro siguen atados a las ideas de la
vieja física…lo que constituye en cierto modo nuestro” software”, no está incluido
en nuestro cuerpo, sino , hasta cierto punto, en todas partes, en otros
espacios, y todos nos encontramos conectados a él…”.
Como lo fue en su momento la obra del biólogo Rupert Sheldrake y su hipótesis de los campos
morfogenéticos, la obra de Delgado será
condenada a la hoguera .Lo mismo
que ha pasado con todo lo que se aparte
de los paradigmas que se han convertido
en dogmas. Pero el tiempo ,que es el mejor amigo de la verdad, seguramente la
reinvindicará.